miércoles, 12 de agosto de 2009

Miércoles de Scorsese #03: La promesa cumplida



El Tren de Bertha (1972) resultó un éxito dentro de su nicho, el productor Roger Corman quedó muy contento con el trabajo de Scorsese, quien pensó que las películas de género serían lo suyo por un tiempo. Sin embrago, tras proyectar la película para John Cassavetes, éste le hizo ver que, si bien la película estaba bien hecha, había desperdiciado un año de su vida haciendo “una mierda”. Cassavetes le preguntó si no tenía alguna idea más en la línea de Quién llama a mi puerta (1967). Fue así que Scorsese desempolvó una vieja idea llamada Season of the Witch, y que eventualmente se convertiría en Calles Peligrosas (1973).

Levantar los recursos para la producción fue una aventura: Roger Corman se ofreció a financiarla, si Scorsese cambiaba a los personajes, para transformar su historia unbicada en La Pequeña Italia, en una cinta estilo blaxploitation, en boga en aquella época. Scorsese lo consideró, pero no encontró una manera de ser fiel a su historia con ese cambio. A pesar del rechazo, Corman se ofreció a distribuirla, y el apoyo económico llegó por parte de Jonathan Taplin, con la salvedad de que la cinta tendría que ser filmada en Los Angeles, con tan sólo unos pocos días cruciales para filmar exteriores y ciertas locaciones en Nueva York.

Calles Peligrosas es, a la fecha, la película más personal de Scorsese. Temáticamente, es una continuación directa de Quién Llama a Mi Puerta (1968), presentando un vívido retrato del entorno en el que creció Scorsese, una sociedad que a pesar de formar parte de una ciudad grande y cosmopolita como Nueva York, existía increíblemente aislada, siguiendo sus propias normas sociales y códigos culturales.

El protagonista, al igual que en Quién llama…, es un joven conflictuado entre sus necesidades personales y las reglas sociales, interpretado por Harvey Keitel. También, haciendo su primera aparición en una cinta de Scorsese, aparece Robert DeNiro, marcando el inicio de la que sería una de las más notables mancuernas actor/director en la historia del cine americano.

A grandes rasgos, la película explora el sentimiento de culpa de Charlie (Keitel), un joven que, por un lado siente la obligación de cuidar a su desequilibrado amigo Johnny Boy (DeNiro), quien constantemente se mete en problemas de deudas, además de estar enamorado de Teresa (Amy Robinson), la prima epiléptica de Johnny Boy. Por otra parte, siente la obligación de quedar bien con su tío Giovanni (Cesare Danova), quien piensa ponerle a cargo de un restaurante que está a pinto de quitarle a un deudor, y quien enfáticamente pide a Charlie que se mantengoa lejos de los problemas, especialmente los que tengan que ver con sus Johnny y su familia. Además, el contraste entre su educación religiosa y la violenta realidad en que se desenvuelve lo atormentan. La fijación de Charlie por poner su mano en el fuego representa tanto su masoquista visión del infierno, como prefigura el destino que le esperaría por obligarse a cargar con la cruz –por mantener la simbología religiosa- de Johnny Boy.


A la par de contarnos la historia de Charlie, Scorsese pinta un grandioso retrato de la vida cotidiana en La Pequeña Italia, en el que podemos ver como elementos como la iglesia católica y la mafia eran elementos integrales del entramado social. También aborda sin miedo elementos como el racismo y el machismo, presentándolos de manera objetiva como parte de esa realidad. El retrato es a veces gracioso, a veces violento, pero siempre honesto y fascinante.

Desde un punto de vista técnico, la película no alcanza los niveles de virtuosismo que Scorsese alcanzaría en cintas como Toro Salvaje (1980) o Buenos Muchachos (1990). Sin embargo, esto tiene más que ver con las limitaciones de la producción que con la madurez de Scorsese como director, pues en esta cinta ya podemos ver, pavorosamente desarrollada, su visión de cineasta.






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