martes, 18 de agosto de 2009

El honor y la furia


A pesar de que muchos ya la consideran una fórmula gastada, recientemente se hizo oficial que se producirá una secuel a a X-Men Orígenes: Wolverine (Gavin Hood, 2009), ésta en sí una secuela a la trilogía de películas de los Hombres X que aparecieron entre el 200 y el 2006. Tomando en cuenta el declive en calidad de la franquicia, esta franquicia fue recibida con escepticismo. Sin embargo, hay por lo menos un rayo de esperanza: el material que se pretende adaptar en esta próxima cinta.



Uno de los principales problemas en la primera cinta de Wolverine en solitario fue el tratar de abarcar demasiado material en muy poco tiempo: personajes que aparecían y desaparecían, más por una necesidad por parte de los realizadores de agradar a los aficionados con numerosos cameos, que porque lo requiriera la historia, o elementos que en los cómics se contaron en miniseries completas –como Origen (Jemas, Jenkins, Quesada, Kubert, Isanove; 2001/02) ó Arma X (Barry Windsor-Smith, 1991)- condensados en una sóla escena. Será un cambio muybienvenido si los realizadores se atienen a su palabra y basan la cinta exclusivamente en la miniserie Wolverine de 1982, escrita por Chris Claremont e ilustrada por el combo de Frank Miller y Joe Rubinstein.


Esta miniserie es una historia seminal en el desarrollo del personaje, y a ésta se le atribuye un rol importante en la popularidad que el personaje desarrollaría en los años siguientes. La acción se desarrolla en Japón, y lidia con el principal eje del personaje: el conflicto entre sus impulsos salvajes y su deseo de encontrar paz interior.


El génesis de la historia, que Claremont recuenta en la introducción al tomo que compila la historia, se da cuando él y Miller comienzan a desarrollar al personaje desde la perspectiva de lo que el llama “un samurai fracasado”: Un ser que, desde su naturaleza animal, representa un opuesto al espíritu de honor y autocontrol del samurai y al que, sin embargo, aspira.


La historia arranca cuando Logan (alter ego de Wolverine), preocupado por no poder obtener noticias de Mariko, su antiguo amor, viaja de América a Japón para ver que ha pasado. Ya ahí se entera de que ella, parte de una prominente y tradicionalista familia, se ha casado con otro hombre por órdenes de su padre, Lord Shingen. Logan trata de convencerla de irse, pero ella antepone el honor familiar a sus propios deseos. Cuando Logan, resignado, decide regresar a América, es sorprendido por shurikens envenenados, a lo cuales sólo sobrevive gracias a sus poderes mutantes de curación acelerada. Aún bajo los efectos del veneno, es desafiado a un duelo por Shingen, del que Logan sale derrotado.



Lo interesante es que, tras este fracaso, los realizadores nos muestran a un logan que se deja llevar por sus instintos animales, solo para verse finalmente implicado en un conflicto en el que, si quiere hacer lo correcto, tendrá que sacrificar lo que más quiere en el mundo. Esta decisión abrirá paso a la posibilidad del personaje de redimirse, y encontrar algo de la paz que tanto anhela.


La historia, salvo referencias menores a los Hombres X, es completamente autocontenida y, si bien cae un poco en los clichés de la “cultura japonesa del honor”, captura deliciosamente el sabor de los pulps y cintas de yakuzas de los setentas. Por otra parte, Frank Miller deslumbra con un arte muy propio pero con una clara y apropiada –dada la ubicación de los eventos- influencia del artista japonés Goseki Kojima, ilustrador del célebre manga Lone Wolf and Cub (Koike, Kojima, 1970/76).


Estos factores la hacen una opción muy atractiva para ser llevada al cine. El cinemático arte de Miller puede facilitar la previsualización de la cinta (a Robert Rodríguez le funcionó con Sin City en el 2005), mientras que la solidez de la historia será un cambio refrescante después de la dispersa precuela.







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