martes, 4 de agosto de 2009

La Dolce Itala, parte II

La otra película que vi el fin de semana no podría ser más distinta de La Dolce Vita y, aunque es definitivamente una obra menor, y no merece ser comparada con semejante monumento cinematográfico, tiene su encanto. Me refiero a Tuya en Septiembre (1961), del director Robert Mulligan, quien es mucho más famoso por la película que realizó al año siguiente, el clásico To Kill a Mockingbird.

Tuya en Septiembre es una comedia con elementos picarescos (lo suficientemente sutiles como para esquivar la férrea censura del Hollywood de la época) con Rock Hudson y Gina Lollobrigida, ambos en su mejor momento como sex symbols. La trama es rebuscada y básicamente sirve como pretexto para generar situaciones cómicas: El millonario Robert L. Talbot tiene una villa en la costa italiana, que visita un mes al año, cada septiembre. La visita anual incluye romance con su amante italiana, Lisa Fellini (Lollobrigida).

Sin embargo, este año en particular, aprovecha un viaje de negocios a Italia para adelantar su visita al mes de julio. Esto provoca inesperadas complicaciones para su amante, que está por casarse con un bonachón pero aburrido británico cuando recibe la llamada de Talbot, y para su no tan leal mayordomo (Maurice Clavell, interpretando al mejor personaje de la película), quien clandestinamente transforma la villa durante los once meses del año en que su patrón está ausente en el hotel La Dolce Vista.

La llegada de Talbot al hotel, los esfuerzos del mayordomo por explicar quiénes son las huéspedes que tiene alojadas (un grupo de estudiantes americanas con una rígida chaperona), y la llegada de otros chicos americanos dispuestos a conquistar a las chicas (y a quienes Talbot sentirá la compulsión por “proteger”), representan un flujo constante de enredos cuyo propósito es el de impedir que el encuentro de Talbot y Fellini sea “consumado”.

La visión sobre el sexo fue lo que más me llamó la atención de la película. la manera en que la cinta lo presenta, lejos de ser exclusiva, es muy recurrente en las comedias románticas de Holywood de los cincuentas y principios de los sesentas. Los directores más audaces, como Billy Wilder, ocasionalmente se las arreglaban para insinuar la consumación del acto sexual con suficiente claridad para que quien quisiera entenderlo así lo asumiera, mientras que los más recatados no vieran una confirmación explícita. En otras ocasiones, como en el caso de La Comezón del Séptimo Año(1955), ni Wilder logró salirse con la suya del todo.

En este caso, el motor mismo de la película es la frustración del acto sexual. La motivación de los personajes principales es un juego constante entre buscar el espacio para el encuentro sexual, o impedir que el otro lo encuentre. Cada vez que parece que éste se va a consumar, un nuevo elemento es introducido a la trama para impedirlo. El descenlace, fiel a la moralidad del Hollywood de la época, parece apuntar más hacia un eventual matrimonio que a una simple noche de pasión.


La postura ideológica respecto al sexo es ambigua: reconociendo lo divertido que puede ser el sexo sin compromisos, pero sin atreverse a reconocerlo abiertamente. Queda claro que los dos personajes protagónicos han tenido una vida sexual activa en los años previos, y tienen una perspectiva muy casual al respecto. Sin embargo, es inaceptable el mostrarlos, o por lo menos sugerir, que tendrán relaciones sexuales durante el transcurso de la cinta misma. En cierta forma, la obsesión del protagonista por impedir que los jóvenes turistas se “aprovechen” de las chicas, por considerarlos muy jóvenes para ello, refleja la actitud de los realizadores hacia el protagonista mismo, quienes han decidido suprimir la sexualidad del personaje, hasta que descubra que de verdad ama a Fellini, y que se quiere casar con ella.

La película, a pesar de sentirse forzada por momentos, es divertida. Lollobrigida y Hudson son increíblemente atractivos y tienen buena química. Maurice Clavell provoca las mayores carcajadas con su mayordomo lambiscón. Sandra Dee y Bobby Darin –como la principal pareja de adolescentes- no arrancan muchas chispas, pero es interesante el que se hayan conocido en el set de esta película y se hayan casado meses después. La fotografía de la película aprovecha muy bien las escénicas locaciones. Después de ver éstas dos películas, uno se queda con la intención de empezar a ahorrar para hacer de Italia su próximo destino vacacional.






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