miércoles, 29 de julio de 2009

Miércoles de Scorsese #01: una identidad clara


Quién llama a mi puerta (1968) es precisamente el tipo de película que uno se imaginaría al pensar en el debut como director de Martin Scorsese. Más preocupada por estudiar al personaje principal que por contar una historia en el sentido tradicional, la cinta lidia con temas como el choque cultural entre un joven de la Pequeña Italia y su novia, una chica más cosmopolita. También aparecen elementos –aunque su presentación sea aún un poco primitiva- clave en la obra de Scorsese como el protagonista atormentado por la culpa católica, las súbitas expresiones de violencia, la imagen de la calle como un ambiente hostil, o el aislamiento cultural de los italoamericanos. Desde el punto de vista estilístico, podemos apreciar ya su gusto por utilizar el rock a modo de score, la experimentación con la edición (llevada a cabo por la que eventualmente se volvería su editora de cabecera, Thelma Schoonmaker) y, cuando los recursos se lo permitieron, las tomas expresivas y poco convencionales.

Con un estilo espontáneo y fluido, claramente influenciado por la entonces en boga Nueva Ola Francesa, Scorsese consigue, a pesar de las limitaciones determinadas por la escacez de recursos, inyectar a lagunas escenas de la energía y dinamismo que han caracterizado al resto de su obra. La escena con la que abra está completamente desconectada de la trama, pero crea la sensación adecuada para ver la película: los puños de una señora golpeando repetidamente una bola de masa, al ritmo de unas percusiones casi industriales. El ritmo continúa mientras vemos a la seóra (interpretada por la madre de Scorsese) meter la masa al horno, sacar el pan listo y servirlo a unos niños. La siguiente escena introduce a algunos de los personajes principales, en una situación de violencia callejera (el tono agresivo de la misma contrastando con la música alegre)

La realización de la película inició en 1964, cuando Scorsese la concibió como su proyecto de graduación de la universidad. En ese momento la película se llamaba Bring On The Dancing Girls, duraba aproximadamente una hora, y trataba de la monótona vida cotidiana de un grupo de amigos de la Pequeña Italia. Terminada en 1965, Scorsese comenta en el libro Scorsese on Scorsese (Christie y Thompson, ed., 2003, Faber and Faber), que la recepción fue tan desastrosa que la gente olvidó que antes de ella había ganado premios por sus cortometrajes estudiantiles, y se las vio negras un tiempo.


Sin embargo, Scorsese no se desanimó y en 1967, un amigo consiguió dinero para continuar el trabajo en la cinta. En la versión de 1965, se mencionaba que el personaje protagónico, J.R. (Harvey Keitel), estaba saliendo con una chica. Para extender la cinta y convertirla en largometraje, se decidió mostrar la relación de J.R. con la chica (Zina Bethune), y cómo la incapacidad de él de superar su visión simplista de las mujeres (a las que básicamente divide entre vírgenes y ‘zorras’) destruye una relación prometedora.


Esta versión de la película fue retitulada I Call First, y fue la que en 1968 se presentó en el Chicago Film Festival, y a la cual el crítico Roger Ebert calificó célebre y proféticamente como “Un gran momento en la historia de las películas americanas”.

A pesar del éxito con la crítica, fue difícil encontrar un
distribuidor interesado en la película, hasta que Joseph Brenner, un distribuidor de película porno softcore con intenciones de probar con el mercado del cine independiente, accedió a distribuirla, con la condición de que se incluyera una escena adicional con desnudos. Éste fue el último material que se anexó a la película antes de ser lanzada en el mismo 1968, ya bajo el nombre con que es conocida actualmente (Con excepción de Los Angeles, en donde fue rebautizada como J.R.)

La escena adicional, referida como escena de fantasía (aunque la película no nos brinda suficientes elementos para determinar si es un sueño, una fantasía, o un recuerdo) es sexy y está bien filmada, pero desentona con el resto de la película. Su inclusión se siente aleatoria (el mismo Scorsese admite que al momento de filmarla no sabía en que punto de la película la iba a incluir), además de que Harvey Keitel se ve visiblemente mayor que en el resto de la película. Ésta es la única nstancia en que se percibe un elemento extraño al resto de la película. La cohesividad de la misma resulta sorprendente después de conocer las circunstancias en que se fue realizando.

De hecho, el único elemento que nos permite darnos cuenta claramente de que el segmento del '65 y el '67 fueron filmados en períodos totalmente distintos, es la cinematografía. Para el primer segmento, Scorsese se empecinó en filmar en 35 mm., fascinado por la textura de la imagen de 35 mm. en balnco y negro. En la práctica, sin embargo, se dio cuenta con horror de que el aparatoso tamaño de la cámara le impedía moverla a voluntad, y sus locaciones eran tan pequeñas que en ocasiones batallaba incluso para tener a los actores Y a la cámara en el set. Para el '67 decidió filmar en 16 mm., y lo que perdió en resolución y textura de la imagen, lo ganó en movilidad y dinamismo. En estos segmentos ya vemos las primeras muestras del gusto de Scorsese por probar planos poco convencionales, pero muy efectivos.

Scorsese regresaría a la mayoría de los temas explorados en esta cinta con Calles Peligrosas (1973), su primera gran película. Sin embargo, en Quién llama a la puerta podemos ver, aunque aún imperfectas, las semillas de la voz y el estilo que lo llevarían a convertirse en uno de los cineastas más importantes de su generación, y a ganarse –en opinión de muchos- el título de “El más grande director americano vivo”.









1 comentario: