viernes, 17 de julio de 2009

Encuentros cercanos entre la niñez y las niñerías



Recientemente cubrí uno de tantos huecos que aún hay en mi conocimiento cinematográfico. Por primera vez vi
Encuentros Cercanos del Tercer Tipo (Spielberg, 1977) Para dejar claro de qué estamos hablando, menciono que la versión que vi es la reedición de 1998, basada en el corte original de 1977, pero agregando algunas de las escenas adicionales de 1980 (sin incluir el polémico final alternativo de dicha versión)


Encuentros... es definitivamente una película de su tiempo. Lanzada poco después de La Guerra de las Galaxias (Lucas, 1977), y antes de E.T. el Extraterrestre (Spielberg, 1982), corresponde a una época en que el público en general comenzó a retomar su fascinación con lo fantástico, con la ciencia ficción, y la sensibilidad del mainstream hollywoodense comenzó a suavizarse, alejándose de la violencia y pesimismo que definió al cine más popular de la primera mitad de la década.

(aviso: seguramente habrá
spoilers)

En lo personal,
Encuentros... me dejó conflictuado. Por un lado, realmente admiro el espíritu de la misma. La manera en que aborda la posibilidad de un contacto con seres de otros planetas desafía las conveciones que habían caracterizado a las películas previas con temáticas similares (invasiones agresivas, miedo en la población), y a casi cualquiera que se haya lanzado después. Curiosamente, el padre de las películas con temáticas de encuentros hostiles con extraterrestres es La Guerra de los Mundos -la novela de H.G. Wells- que el mismo Spielberg (abordando una filosofía diametralmente opuesta a la de Encuentros...) llevó a la pantalla en 2005.


En contraste,
Encuentros... enfatiza la curiosidad que cada una de las especies siente por la otra, la capacidad de asombro al enfrentarse a lo desconocido y, más importante, la posibilidad de que el encuentro sea amistoso y satisfactorio. Las expectativas de los personajes por descubrir y comprender lo que hay más allá es contagiosa. En este aspecto es muy fácil identificarse con el protagonista,Roy (Richard Dreyfuss), y podemos entender la decisión que toma al final (entender es una cosas, justificarla es un poco más difícil, como veremos más adelante)

También es refrescante ver una película en la que los militares y operativos de gobierno no son simplemente caricaturas malosas que sirven para perseguir a nuestros héroes, sino que están motivados por una curiosidad similar a la de los protagonistas. Aunque de vez en cuando toman decisiones cuestionables, la película no los juzga como "los malos". Además, les ayuda notablmente que su principal representante dentro de la película, el personaje de Lacombe, esté interpretado por Francois Truffaut, quien transmite su calidez humana inherente al personaje.


Spielberg ha probado que, como director, sabe como apelar a nuestro niño interior. En esta cinta utiliza a los extraterrestres como una metáfora de las cosas que nos rodean, o que están ahí fuera por ser descubiertas que de niños nos fascinan, pero que de adultos dejamos de lado por estar más preocupados por una tediosa -aunque muchas veces necesaria- rutina.

Todo hasta ahora suena maravilloso. Desgraciadamente, en donde la cinta falla, es precisamente en las escenas que están despojadas del aspecto mágico proveído por los extraterrestres. Es bien sabido que el divorcio de los padres de Spielberg lo marcó profundamente, y que los hogares disfuncionales son un motif recurrente en su obra. Sin embargo, en esta cinta no parece haber superado una visión muy infantil de los hechos, por lo que las escenas de Roy con su familia se sienten unidimensionales y poco convincentes.

La infame escena (removida del film en su versión de 1980) en que Roy, poseído por el llamado de los extraterrestres, comienza a aventar tierra y piedras por la ventan hacia su casa, y que culmina con su esposa abandonándolo y llevándose a sus hijos se siente, primero que nada, como una manera fácil para abordar el conflicto del matrimonio sin darle demasiad profundidad y, segundo, como un pretexto para justificar la decisión final de Roy.

El clímax de la película se lleva a cabo cuando por fin se realiza el contacto entre los extraterrestres y los humanos. Estas escenas son maravillosas, y bien valen la cinta completa. El encuentro comienza con un juguetón intercambio de notas musicales y, después de un falso final, nos deja boquiabiertos con la espectacular aparición de la nave madre (si impresiona verlo en video, me imagino lo que ha de haber sido verlo por primera vez en la pantalla de cine).

Los extraterrestres aparecen -el primero de ellos, extendiendo sus largos brazos y con la luz proveniente de la nave a sus espaldas, adopta un aura cuasirreligiosa- devolviendo a las personas de sus abducciones previas, e invitando a Roy (el único de sus "invitados" en llegar a la recta final) a irse con ellos. En una decisión cuestionable -aunque congruente con el desarrollo de la cinta hasta ahora- Roy acepta. A pesar de que para este momento la cinta ha establecido a Roy como un outsider, e incomprendido por su propia famila, como expectadores nos resulta difícil aceptar a un protagonista que decida abandonar a sus hijos, aún si es para conocer otro mundo (el mismo Spielberg, ya como padre de familia, ha reconocido que éste fue un error)

En fin, que esta película se convirtió en un clásico instantáneo. En mi opinión las fallas son lo suficientemente serias para no considerarla una película redonda, pero los aciertos son los suficientemente grandes para considerarla una experiencia visual imprescindible.


1 comentario:

  1. me gusto mucho la película, aunque en mi opinión tiene la peor caracterización de una madre que haya visto, mientras su hijo juguetea a media noche a la mitad del bosque, ella se limita a gritar desde la ventana su nombre, sin preocupación alguna mientras ve a su hijo de 3 años internarse en la oscuridad... jaja... pero dejando eso de lado creo que efectivamente es una película interesante y valiosa

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