domingo, 26 de julio de 2009

El tiempo es la kriptonita del Hombre Araña


El Hombre Araña es, sin lugar a dudas, el superhéroe más famoso creado después de 1960. De hecho, es el único surgido durante la llamada “Era de Plata” de los cómics (de mediados de los 50s a mediados de los 70s) que se ha vuelto tan icónico y reconocido como Superman o Batman. Desgraciadamente, son precisamente los rasgos que lo hicieron fresco y distintivo, y le ganaron el título del “más humano de los superhéroes”, los que han mantenido al personaje –por lo menos en los cómics- en una especie de limbo creativo.

Superman es, en esencia, un personaje con connotaciones míticas. Dependiendo de las tendencias culturales de la época, se le ha hecho más o menos humano, pero al final del día, el personaje representa el máximo ideal de la humanidad, el übermensch de Nietzsche en su acepción más positiva. Por lo tanto, mientras la humanidad siga enfrentado problemas que parezcan ser mayores que ellos, Superman –como personaje- seguramente encontrará una manera de adaptarse (aunque el gusto por héroes más ‘oscuros’ hagan decaer su popularidad de vez en cuando.

Batman es, no sólo el superhéroes más popular, sino el más maleable. Seguramente esa popularidad se debe precisamente a su capacidad de adaptarse a los gustos de la época. En los cómics inició, en 1939, como un vigilante violento, que en su primera aventura aventó a un criminal de poca monta a un tanque de ácido, para tranquilamente declarar: “un final apropiado para los de su clase”. Después de la aparición de Robin, la imagen de Batman se hizo un poco más amigable, y ya para los cincuentas era un amigable brazo derecho de la policía de Ciudad Gótica, que peleaba contra pintorescos pero innocuos criminales y tenía ‘compañeros’ como el Batisabueso y el batiduende. En las películas también ha tenido interpretaciones tan contrastantes como el expresionismo onírico de Burton, el High Camp de Schumacher ó el protorrealismo de Nolan. Básicamente, mientras se trate de un hombre motivado por la muerte de sus padres a luchar para evitar que crímenes como ése se repitan, seguirá siendo Batman.

Por otra parte, El Hombre Araña es un personaje con características más humanas que míticas. En el fondo no es la historia de un héroe, sino la historia de un joven aprendiendo a madurar. Superman defiende al mundo porque siente gratitud hacia el planeta que lo acogió. Batman defiende al mundo motivado por una sed de justicia y/o venganza, tras haber sido víctima de un terrible crimen cuando era un niño indefenso. El Hombre Araña defiende al mundo porque se siente culpable. Porque permitió que sus poderes lo volvieran arrogante y egoísta, y eso provocó la muerte de su padre adoptivo, el Tío Ben. De ahí el mantra (retroactivamente atribuido a Ben) de “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.


Efectivamente, los primeros años del cómic del Hombre Araña lidiaban con el equilibrio que el joven Peter Parker (aún un preparatoriano) debía tratar de mantener entre su vida personal (la escuela, los amigos, las novias), el cuidado de su tía May (particularmente importante ahora que el Tío Ben, proveedor económico, no está) y, por supuesto, utilizar sus poderes arácnidos para defender al mundo de los criminales (ya que no utilizar sus poderes para hacer del mundo un logar mejor sería irresponsable) El peso de la culpa sería su motivación para tratar de llevar a cabo los dos últimos puntos, mientras la necesidad de mantener un conato de identidad propia sería lo que le impulsaría a luchar por el primero.

El drama de Peter Parker residía precisame
nte en esa incapacidad para mantener ese equilibrio, y la tragedia es que siempre, si alguno de los puntos debía ser sacrificado, sería su vida personal. La ironía, el hecho de que su compulsión por actuar de manera responsable, llevaría a mucha gente a tacharlo de irresponsable (no llegar a un examen por estar ocupado luchando contra el Duende Verde, por ejemplo) Además, las ocasiones en que finalmente decidía darse un espacio para sí mismo, generalmente terminaba pagando las consecuencias. El Hombre Araña era el ejemplo quintaesencial de “perder aunque ganes”.

En la introducción de Alan Moore a la edición en pasta dura del clásico de Frank Miller, El Regreso
del Caballero Nocturno (1986), Moore recalca la importancia de un elemento en la creación de un personaje mítico o legendario: un desenlace –Elemento carente en la mayoría de los cómics de superhéroes, publicados en continuidad perpetua por décadas. En el caso de héroes como los ya mencionados Batman y Superman, el problema no es tan serio porque, mientras su misión en el mundo no termine, tienen un motivo para seguir existiendo. En el caso de El Hombre Araña, sin embargo, nos enfrentamos la historia de la maduración de un joven. Y mientras más tiempo tarda en alcanzar ese punto, más parece desviarse el personaje de la que debiera ser su trayectoria natural. Obviamente, por motivos comerciales, no hay un final programado para la saga del Hombre Araña.


Esto explica porque, a pesar de seguir siendo un superhéroe incre
íblemente popular –de hecho, el éxito de las películas que se han producido en el transcurso de la década le han dado una proyección nunca antes vista- en los cómics que siguen la continuidad original, ha estado atrapado en un callejón sin salida durante décadas, que ha llevado a los creadores a probar toda clase de alternativas para devolver al personaje su frescura inicial, ninguna de las cuales ha podido ser calificada como un éxito completo.

Podríamos considerar que el último creador regular en trabajar con el Hombre Araña de manera éxitosa y consistente
fue Roger Stern. Su Peter Parker, a pesar de ser claramente un joven más maduro que el que debutara Stan Lee dos décadas antes, es aún un estudiante y, por lo tanto, aún en el camino para establecerse como un adulto pleno.

A mediados de los ochentas, sin embargo, se dio el evento que muchos consideran el principal problema en el desarrollo del personaje: su boda con Mary Jane Watson. Ésta fue una decisión apresurada, que el editor en jefe de Marvel Comics en aque entonces –Jim Shooter- tomó al enterarse de que Stan Lee iba a hacer lo mismo en la tira cómica del personaje.

A pesar de que la boda fue, en mi opinión, una decisión equivocada, no creo que ésta haya sido el principal problema, sin el síntoma más claro del problema de fondo. La realidad es que, en el fondo, la historia más importante en la saga del Hombre Araña es el coming-of-age de Peter Parker. La paradoja es que, mientras más hagan madurar al personaje, más lo acercan al que debiera ser el final natural de su historia. Por otra parte, si no lo hacen madurar, se vuelve un personaje estático y su historia pier
de sentido.

A lo largo de los noventas y lo que va de esta década, los c
reativos a cargo del personaje han tratado de sacarle la vuelta a este problema, con soluciones que en la mayoría de los casos han dejado a los aficionados al personaje sorprendidos e indignados: Tratar de sustituir a Peter Parker por un clon soltero, hacerlo volver a la escuela, dar a Mary Jane por muerta en un accidente aéreo y, recientemente (en un evento que ha provocado en mucho lectores análisis similares al que estoy escribiendo en este momento), pactar con un demonio el salvar la vida de su Tía May ha cambio de que su matrimonio nunca haya existido. Entre todos estos fiascos creativos se encuentra la etapa en la que J. Michael Straczynski se hizo cargo del personaje, que por lo menos en sus primeros años tuvo muy buenas críticas. Y aunque reconozco que sus historias estaban muy bien escritas –y resultaron un soplo de frescura después de los desastrosos años en que Howard Mackie y John Byrne estuvieron a cargo del personaje- me parece que su interpretación del personaje, que introducía elementos místicos y totémicos a un personaje que siempre a estado más enraizado en la ciencia ficción, se aleja demasiado de la esencia del mismo y seguramente los elementos que introdujo a la historia irán siendo descartados.

Actualmente, los cómics que se están editando están haciendo un esfuerzo conciente por reestablecer al personaje como un joven solter
o, pero el resultado no puede evitar sentirse un poco forzado. Después de todo, no importa cuantos elementos de la continuidad quieran ignorar, el peso de casi cincuenta años de historias continuas hacen que el lector perciba que el personaje ya no es un niño, y espera ver cambios profundos en su desarrollo. Aunque esos elementos impliquen que llegue un punto en el que el Hombre Araña, como lo conocemos, deje de existir.

No es coincidencia que los cómics más aclamados del personaje en los últimos años sean historia que, o suceden durante los primeros años de su carrera, o son reinterpretaciones del personaje que parten desde su origen, como el Untold Tales of Spider-Man de Kurt Busiek, o el Ultimate Spider-Man de Brian Michael Bendis. El Hombre Araña tiene que ser un joven, y su experiencia como superhéroe debe ser una metáfora sobre su crecimiento, hasta convertirse en adulto. De lo contrario, se vuelve la historia de un superhéroe torpe.

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