sábado, 18 de julio de 2009

Dos clásicos del rock maduro


Hay quien dice que el rock es la fuente de la eterna juventud, pero yo no lo creo. Si acaso, el rock nos ha mostrado frecuentemente el triste espectáculo de personas ya corridas en años que se niegan a crecer, y lo que te hacía ver chido a los veinte, probablemente te hará ver patético a los cincuenta.

Hay, por supuesto, excepciones. Rockeros que han sabido envejecer con gracia, y que en su madurez nos han ofrecido algunos de sus trabajos más impresionantes. Trabajos en los que, si bien ya no hay la misma energía de sus años mozos, sí hay por lo menos un espíritu mucho más maduro y una perspectiva más contemplativa.

Desgraciadamente, en la mayoría de los casos, estos discos no logran llegar más que a un limitado círculo de aficionados, pues el espacio mediático
ya ha sido ocupado por propuestas más jóvenes, y vivimos en una sociedad impaciente y siempre a la espera de lo que sigue.

A continuación menciono dos discos que, si bien no fueron fracasos, siento que merecen un lugar mucho más alto dentro del canon de sus respectivos autores.


1. David Bowie es un artista que se definió durante la mayor parte de su carrera como un maestro de la reinvención. De sus orígenes mod, su paso por el flower power, su versión definitiva del glam, sus experimentos con el sonido soul de Filadelfia, el krautrock, su inesperada explosión como superestrella de los 80's (peligrosamente cerca a una sensibilidad yuppie), y sus tardíos juegos con el rock industrial y el jungle, Bowie no sólo ha jugado con el estilo de su música, sino que ha utilizado su propia identidad (pública y a veces hasta privada) para experimentar, creando múltiples personajes para sí mismo (Major Tom, Ziggy Stardust, Aladdin Sane, Halloween Jack, El Delgado Duque Blanco, etc.) Incluso "David Bowie" es un nombre artístico (Su nombre de pila - David Jones - tuvo que ser modificado por su similitud al del Monkee Davy Jones).

Si bien su imagen más icónica es la del andrógino extraterrestre glam, Ziggy Stardust, durante el resto de la década sus reinvenciones, totalmente inesperadas, fueron artística y -en general- comercialmente exitosas. Tras el lanzamiento de Let´s Dance en 1983, Bowie se convirió en un fenómeno global. Desgraciadamente, aparentemente -por primera vez en su carrera- Bowie se vio abrumado por el éxito y, en los subsecuentes discos lanzados en esa década se percibió un miedo de evolucionar, de perder esa imagen de súper estrella, y la calidad de los discos sufrió como consecuencia.


En los noventas, él mismo percibió que la fórmula se había agotado y que era necesario intentar algo nuevo. Su primer intento, dentro del amiguo género del adulto contemporáneo, fue el fallido Black Tie White Noise. Sus siguientes intentos - El industrial/conceptual Outside, y su incursión en el jungle, Earthling - fueron más exitosos. Sin embargo, a diferencia de en los setentas, cuando sus mutaciones -aunque inesperadas - parecían darse de manera natural, en estos discos noventeros el esfuerzo por mantenerse a la vanguardia comenzaba a sentirse forzado.


Es por ello que Hours... , lanzado en el '99, se sintió tan refrescante. Pareciera que Bowie, a sus 52 años, por fin decidió asumirse como la leyenda del rock que es, olvidando la pretensión mantenerse a "la vanguardia". Hours... es un disco reflexivo, un disco en el que se asume la madurez, y la aceptación del paso del tiempo (referencia explícita en el mismo nombre del álbum).

El sonido, a pesar de sonar moderno, tiene un aire clásico, sin percibirse un interés conciente por asumir tendencias musicales contemporáneas. Como consecuencia, las mejores cacniones tienen un aire atemporal, pero quintaesencialmente bowie-esco. Particularmente brillante es la terna de canciones que abre el disco (Thursday's Child, Something in the Air, Survive) en las que Bowie, haciendo gala de del tono grave de su voz (drásticamente distinto a los tonods altos de su juventud) se erige como una especie de crooner espacial.

Esta tendencia de hacer discos sencillos, sin pretenciones pero muy auténticos, se ha mantenido en sus lanzamientos subsecuentes (Heathen en el 2002
y Reality en el 2003), y en particular Heathen ha sido laureado como en ejemplo amgistral de un rockero en su madurez. Pero para mí, Hours... -quizás por ser el primero- se siente más emocional, más fresco, más redondo. En los otros se percibe a un Bowie ya relajado, pero en éste se siente la inmediatez de un Bowie que está descubriendo que se puede relajar.


2. Paul McCartney ocupa una lugar muy curioso en el panteón del rock. Como una mitad de la dupla más influyente en la historia del género, el reconocimiento a su importancia es incuestionable. Sin embargo, su proclividad a componer canciones temáticamente más "ligeras" que las de John Lennon (quien hacia finales de la década adoptara una actitud política mucho más notoria) más la martirización de este último tras su asesinato en 1980, han provocado que mucho slo perciban como "el fresa" o el menos talentoso del par.

Yo estoy en desacuerdo con esa aseveración, que no sólo demerita la validez de una buena balada romántica, sino que descuenta algunas de las contribuciones más "duras" de McCartney al catálogo de los Beatles (Helter Skelter, Get Back, Back in the U.S.S.R., por mencionar algunas) Lo que es más, quien opine esto ignora el hecho de que, desde un punto de vista formal, McCartney era el compositor más sofisticado en Los Beatles.

Lo que sí es innegable es que, ya como artistas en solitario, tanto Lennon como McCartney -a pesar de haber lanzado material casi tan bueno como el que logr
aran en su otrora banda- podían llegar a caer en la autocomplacencia, y en el caso de McCartney esto ha tendido a manifestarse en la composición de canciones románticas que llegan a rayar en lo simplón (él mismo, de cierta forma, acepto esto y respondió a sus críticos con el tema Silly Love Songs). Una conjetura a este respecto es que, sin un colaborador como Lennon que lo mantenga en competencia constante, o un productor de la talla de George Martin que dirija sus esfuerzos, McCartney no es lo suficentemente autocrítico (sin malentender; una canción mediocre de McCartney no deja de ser superior al trabajo de casi cualquiera)


Precisamente cuando se disponía a iniciar el trabajo para su disco de 2005, Chaos and Creation in the Backyard, McCartney buscó a George Martin para que produjera. El par ya se había reunido post-Beatles para realizar el clásico Band on the Run, de 1973). Martin le informó que ya estaba retirado, pero le recomendó a otro productor: Nigel Godrich, famoso más que nada por su trabajo con Radiohead. Una combinación tal vez un tanto inesperada, pero que resultó totalmente acertada.

Es fácil imaginar que, al momento de trabajar con McCartney, casi cualquier productor actual se sentiría intimidado, lo que podría impedirle el presionar lo suficiente al artista. Afortunadamente este no fue el caso de Godrich, quien -aparentemente para la frustración de McCartney- no tenía empacho en rechazar sus ideas cuando no le parecían buenas. Otro punto importante es que hizo que Paul tocara todos los instrumentos (con excepción de algunos arreglos de cuerdas aquí y allá) El resultado fue un disco austero, íntimo e introspectivo.

Al igual que con el
Hours... de Bowie, se trata de un disco otoñal, en el que se asume la madurez, se recuerda con nostalgia al pasado sin estancarse en él, y se acepta con melancólica alegría el presente. Lo mejor es que siempre se siente auténtico, sin caer nunca en la melosidad que ha afectado a algunos de sus trabajos.

La joya del disco es, en mi opinión, Jenny Wren, una canción al mismo tiempo melancólica y optimista, en el que la intimidad de la guitarra folk de McCartney se ve contrastada y complementada con la elegancia del arreglo de cuerdas que discreta y brevemente se apodera de la canción durante el puente. Otras joyas son la abridora Fine Line (lo más cercano en el disco al rock en el disco) y Promise to you Girl, que combina los cambios de ritmo de una manera magistral, y cierra de una manera contraintuitiva que uno no puede más que escuchar y admirar a un maestro (Y no deja de ser increíble escuchar a un ex-Beatle hablar de tener que "barrer la hojas caídas en el traspatio de su vida"). Pero en realidad, es un disco redondo en el que cada track tiene lo suyo.

Pues ahí está. Dos discos en los que se puede apreciar a dos grandes en su madurez y que, si no viviéramos en una sociedad obsesionada con la juventud y lo nuevo, seguramente serían tan reconocidos como algunas de sus obras más famosas.




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