viernes, 24 de julio de 2009

Visiones cinematográficas truncadas

En agosto del año pasado, nos enteramos de una noticia que conmocionó a los cinéfilos de todo el mundo: se encontró, almacenada en Argentina, una copia de Metrópolis (1929)-cinta esencial de Fritz Lang- que incluía el 85% de las escenas que se consideraban perdidas. Muchos asumimos que la Fundación Murnau recibiría este material y se haría cargo de la restauración, y así fue. Recientemente se reportó que, después de casi un año de intentos fallidos, la Fundación ya tiene el material en sus manos, y comenzaran a trabajar para incluirlo en la reedición de la película en Blu-Ray y DVD. Y aunque de momento nos quedamos con la duda de cuáles fueron los obstáculos que provocaron este retraso, nos da gusto saber que el proyecto sigue en marcha.


La historia de Metrópolis ha sido tortuosa : tras su estreno en 1929, la cinta fue dramáticamente editada: no sólo se hizo más breve, sino que se modificaron incluso los textos en las tarjetas para modificar la trama, suprimiendo mucho del contenido político, y dejando una historia en momentos incoherente.


La mayoría de nosotros estábamos satisfechos con la restauración que la fundación Murnau llevó a cabo en el 2002: La cinta se reconstruyó lo más posible, quedando en 122 minutos de duración (contra los 153 minutos originales, y los aprox. 90 de la mayoría de las versiones previamente disponibles), y reinsertando la música compuesta originalmente para la película, así como letreros y foto fija explicando lo que sucedía en las escenas faltantes. Además, la restauración quedó impresionante, en momentos da trabajo creer que se está viendo material filmado hace más de setenta años (muchos ya estamos casi condicionados a esperar manchas y rayones en la cinta cuando vemos películas de esa época)


Sin embargo, el prospecto de ver la obra finalmente casi completa, me puso a pensar en otros dos casos, muy distintos entre sí, de películas que nunca hemos podido ver como fueron concebidas originalmente.


1. El Cuarto Mandamiento (Welles, 1942) Posiblemente éste sea, junto con Metrópolis, el caso más famosos de una película mutilada, y con pocas esperanzas de verse algún día restaurada. El cuarto mandamiento es una película por la cual había gran expectación desde antes de ser estrenada. Es, después de todo, la segunda película de Orson Welles, es decir, la siguiente después de Ciudadano Kane (1941), que si bien no se le dio en su momento el título de obra maestra incuestionable con el que goza ahora, si llamó lo suficientemente la atención para despertar al curiosidad sobre su siguiente proyecto.


Desgraciadamente, con El Cuarto Mandamiento iniciaría una tendencia que marcaría la carrera cinematográfica de Welles por el resto de su vida: Después de la libertad creativa sin precedentes que se le dio para Ciudadano Kane, y de los problemas que ésto generó (particularmente el enojo de Randolph Hearst, que la tomó –no del todo injustificadamente- como un ataque a su persona), Welles pasaría el resto de su vida luchando contra los productores de sus películas –generalmente sin éxito- por preservar la integridad de su visión artística.


El Cuarto Mandamiento es uno de los casos más afectados. Después de entregar la película terminada, Welles voló a Brasil para trabajar en otro proyecto. George Schaefer, el productor ejecutivo, no estaba convencido con la versión final de Welles y, en un esfuerzo por hacerla más comercial, ordenó al editor Robert Wise que la reeditara para hacerla más corta, y que se regrabaran algunas tomas incluyendo un final drásticamente distinto al concebido originalmente.


La película, tal como quedó, tiene buenos momentos, pero hay partes en las que se resienten los cortes. Especialmente durante la segunda mitad de la película, los brincos en la narrativa son tan drásticos que sentimos que hay información que no se nos está proporcionando. Algunas de las escenas que se regrabaron saltan a la vista, por el marcado contraste entre la presición expresionista de Welles, y lo plano y mediocre de las nuevas. El final, en particular, es casi doloroso de ver. Es como si el proyeccionista se hubiera equivocado y

hubiera puesto el último riel de película de un melodrama barato, y no de la película que hemos estado viendo durante la hora y media previa.



Desgraciadamente, hasta la fecha el material original editado se considera perdido. Las versiones van desde que el estudio RKO lo deshecho para tener más espacio en sus alamcenes, hasta que Schaefer lo destruyó intencionalmente, por temor a una intervención por parte de Welles para restaurar el material. Existen leyendas –como la de que una versión de prueba (de antes de que fuera reeditada) fue enviada a Welles en Brasil para que revisara, y cuyo paradero se desconoce- que mantienen viva por lo menos una chispa de esperanza entre quienes quisiéramos ver una versión restaurada de este clásico. Y el hecho de que Warner Bros. (uno de los estudios más meticulosos con su biblioteca de clásicos) nunca ha lanzado esta película en DVD para el mercado americano, hace sospechar a muchos que el estudio no ha perdido la esperanza de recuperar ese material, y lanzar una versión restaurada.


2. Anhedonia: A diferencia de Metrópolis y El Cuarto Mandamiento, la mayoría de la gente desconoce la existencia de este título, pero tal vez reconozcan el nombre con el que esta cinta de Woody Allen fue lanzada finalmente: Annie Hall (1977)


La principal diferencia con las dos películas anteriores, es que éste no es el caso de una cinta que se vio mutilada por sus productores, y de la cual hay gran expectativa por ver restaurada a su versión original. No, en este caso estamos hablando de una película que no funcionó como fue originalmente concebida y, después de una drástica reconstrucción en postproducción, fue transformada en un clásico del cine americano.


Nunca he leído una entrevista en la que Woody Allen aborde este tema directamente. De hecho, en el libro Woody Allen on Woody Allen (Björkman, ed.; 1995, Faber and Faber), Allen menciona su interés por hacer una película un poco más profunda que las comedias fársicas que había realizado hasta ese entonces, pero en ningún momento habla de la drástica reconcepción por la que presumiblemente pasó la película. Afortunadamente, el editor de la cinta, Ralph Rosenblum, habla de este proceso con lujo de detalles en su autobiografía When the Shooting Stops… (Rosenblum & Karen, 1986, Da capo Press)


Anhedonia sería, como bien comenta Allen, un intento consciente por producir material más profundo, pero con un enfoque muy distinto al que conocemos: Sería, más que nada, una mirada surrealista al interior de la mente de un judío neurótico de Nueva York, y sus principales preocupaciones al llegar a los 40 años. De acuerdo al coescritor del guión, Marshall Brickman (citado en el libro de Rosenblum), éstas incluirían la banalidad del mundo en el que vive el protagonista, la necesidad de probarse a sí mismo, y su relación romántica con una joven.


El primer corte de la película no convenció a ninguno de los involucrados. Aparentemente, a pesar de tener buenos momentos y observaciones agudas, perdía todo peso dramático bajo el peso de sus tendencia al absurdo y al comentario mordaz. Los únicos momentos que parecían tener verdadera vida en la película, eran los enfocados en la relación del protagonista con la joven.


Como resultado, la película fue reconstruida para enfocarse en este aspecto, dejando sólo algunos toques surrealistas, que aderezan la película sin derrumbarla. Ésta fue seguramente una decisión muy sabia, ya que la cinta resultó un éxito comercial y con la crítica, ganó varios oscares entre otros premios, cimentó el nombre de Woody Allen como director importante, y es hasta la fecha considerada una de las películas más importantes de su carrera.


El material que no se utilizó fue aparentemente destruido (Woody Allen tiene la política de dejar atrás sus películas cuando las termina. Nunca ha grabado comentarios en los DVDs, ni mostrado escenas inéditas), y obviamente tampoco ha habido una gran demanda por ver una versión que claramente no funciona. Sin embargo, en lo personal a mí me despierta una gran curiosidad la posibilidad de ver una versión inacabada de una gran película, y descubrir cómo la edición puede transformar y rescatar una película. Además, algunas de las escenas editadas que describe Rosenblum son, por sí mismas, muy graciosas.





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