viernes, 31 de julio de 2009

La bala más suave, melódica y agridulce jamás disparada


Seguramente ninguno de quienes escucharon el sonido de los Flaming Lips (incluyendo a los miembros del grupo) en 1983, cuando la banda fue fundada, se imaginaron el destino al que los llevaría su trayectoria musical en 1999. Hay un mundo de distancia entre aquellos primeros sonidos crudos, ruidosos, bizarros, espontáneos y surrealistas de sus orígenes, a la delicada y emotiva combinación de pop sinfónico y rock experimental de The Soft Bulletin.


Wayne Coyne, miembro fundador y líder de la banda, ha atribuido su sonido original, principalmente, a su incapacidad para tocar los instrumentos. Así que, si bien sus preferencias se inclinaban hacia el progresivo y la psicodelia, el resultado era –por necesidad- más cercano al punk, si bien un punk completamente idiosincrático.

Afortunadamente, lo que a los Flaming Lips les hacía falta al principio en habilidad musical, les sobraba en perseverancia y entusiasmo y, poco a poco fueron convirtiéndose en un grupo de culto y, sobre todo, refinando su sonido. Dificultades para salir adelante, rotación de miembros, cambios de disquera, y la incapacidad de alcanzar éxito comercial (con la excepción del sencillo She Don’t Use Jelly, de 1993) no detuvieron el apetito y ambición creativa de la banda en general, y de Wayne en particular.


Tras varios cambios de miembros, en 1993 se integró a la banda Steven Drozd, oficialmente como baterista, pero rápidamente se posicionó como un talentoso multiinstrumentalista (probablemente el más talentoso en la banda desde un punto de vista estrictamente musical), que le dio el respaldo a Wayne para dar rienda suelta a sus más desbocados instintos creativos. Éstos alcanzaron su zenith en 1996, cuando Wayne diseñó su Experimento de Estacionamiento, en le que sincronizó sonidos de cuarenta audiocasettes al tocarlos al mismo tiempo, cada uno en la casetera de un automóvil diferente, todos en el mismo estacionamiento.

En 1997, continuando con experimentaciones de esta naturaleza, el grupo lanzó su material más arriesgado: Zaireeka es un solo álbum, pero grabado en cuatro discos diferentes que deben ser tocados al mismo tiempo de manera sincrónica para escuchar la música como fue concebida. La idea, por supuesto, es que se necesitan varias manos para dar play a todos los aparatos al mismo tiempo, por lo que escuchar el disco requiere una experiencia grupal. También abría la posibilidad de combinar los discos de diferentes manera para obtener experiencias auditivas completamente distintas.

Independientemente de la arriesgada presentación del material, el disco presentó una nueva vertiente en el sonido d
el grupo. La experimentación sonora, la estructura libre que casi se acerca al jazz, la enfatización de elementos sinfónicos y, en general, la expansión del sonido hacia un pop ácido con mucha textura y trabajado en el estudio, hacía ver casi convencionales sus discos previos.


En 1999, surgió The Soft Bulletin, en el que canalizaron las experimentaciones de Zaireeka, y las presentaron de manera mucho más cohesiva, en un disco que encuentra un balance perfecto entre la sensibilidad pop y los impulsos experimentales, así como en la construcción de canciones individuales y de un álbum cohesivo. Muy buena parte del crédito en lo que a éste equilibrio respecta debe dársele a Dave Fridmann, quien coprodujo el disco con la banda.


Además de lo rico, complejo y armónico de su sonido, en The Soft Bulletin se percibe una sinceridad emocional –tanto en el sentimiento de la música como en el contenido de las letras y la interpretación vocal de Wayne- nunca antes vista en un disco de la banda. Momentos de gozo (Buggin’), de tristeza (The Spark That Bled), de angustia (Waitin’ for a Superman) y de euforia (What Is the Light?) se combinan –a veces dentro de una misma canción- para crear un retrato de melancolía pura.

El sentimiento que permea el disco es un reflejo de la situación de la banda en ese momento: aunque claramente estaban pasando por el período creativo más fértil de su carrera, algunos de sus experimentos más radicales habían llevado a algunos a cuestionar incluso la sanidad de los miemb
ros de la banda. El guitarrista Ronald Jones nunca regresó de un retiro espiritual al que se fue en 1996. El bajista Michael Ivins y Steven habían sufrido accidentes recientemente (tanto el accidente automovilístico de Ivins como la picadura de araña que casi le cuesta la mano a Steven son referenciados por Wayne en la letra de The Spiderbite song). Y probablemente, pesando aún más sobre el ánimo de la banda, una seria adicción de Steven a la heroína. Afortunadamente actualmente lo ha superado, pero en aquel entonces, Wayne comenta que llegaba cada mañana al estudio preguntándose si Steven llegaría.

Lo que hace al disco tan atractivo, es que aún los momentos más oscuros son temperados por la elegancia de los arreglos orquestales (como en The Observer) o por el excelente trabajo armónico (como en Waitin’ for a Superman) Además, para facilitar la entrada del escucha al complejo tejido sonoro del disco, decidieron abrir con Race for the Prize, una de las canciones de la banda con ganchos melódicos más fuertes, por lo que es muy fácil de asimilar desde la primera escucha. De hecho, este tema se ha convertido en la canción abridora de la banda en sus conciertos.


Evidentemente el sonido de la banda está influenciado por muchas bandas (Pink Floyd, Yes, los Beatles, etc.), ero en mi opinión, el precursor más claro de la banda en lo que a este álbum concierne, es el Pet Sounds y lo que hasta ese entonces se conocía de Smile, de los Beach Boys: El uso del pop como plataforma para un sonido progresivo, las gloriosas armonías, la adición de elementos orquestales, y el uso del estudio como extensión del sonido de la banda.

The Soft Bulletin no fue el disco que llevó a la banda al éxito comercial (éste sería el siguiente: Yoshimi Battles the Pink Robots, del 2002), pero ha sido hasta la fecha el más aclamado, quedando en muchas listas como uno de los mejores discos de 1999, e incluso en algunas de los mejores discos de los 90s. Es el disco más maduro de una banda que, a diferencia de muchos casos comunes en el rock, de grupos que despegan con fuerza y agotan su capital creativo con sus primeros discos, continuó escalando hasta realizar una auténtica obra maestra, tras dieciséis años de trabajo duro y ambición creativa.






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