lunes, 10 de agosto de 2009

La resonancia del (súper)héroe


No siempre es posible determinar con certeza el origen de un género narrativo. Después de todo, la mayoría de ellos surgieron hace milenios, y en el mejor de los casos el ejemplo más antiguo localizado es considerado el posible originador. Afortunadamente, en el caso de los cómics, su historia es tan joven, que el origen de cualquier género surgido de los mismos está perfectamente documentado. Y no hay género surgido de los cómics más famoso que el género de los superhéroes.


El primer superhéroe es –como muchos sabrán- Superman. Esto no significa que el concepto haya nacido espontáneamente. De hecho, la gama de influencias que formaron el caldo de cultivo del que surgió este personaje va desde personajes mitológicos como Atlas o Hércules, hasta predecesores inmediatos, de los pulps y las tiras cómicos, algunos de los cuales podrían ser incluso considerados protosuperhéroes: Flash Gordon, El Fantasma, Mandrake el Mago, e incluso Popeye el Marino –cuya fuerza y resistencia al castigo rayaban casi en lo sobrenatural.

Superman fue creado por dos jóvenes: el escritor Jerry Siegel y el ilustrador Joe Shuster, ambos hijos de inmigrantes judíos. Sin embargo, la primera aparición del personaje es muy distinta a la que conocemos hoy en día: en un fanzine de ciencia ficción publicado por el propio Siegel en 1933, los jóvenes colaboraron en la hisrtoria corta, The Reign of the Super-man, en la que un telépata calvo utiliza sus poderes para conquistar el mundo.


Poco tiempo después de esto, Jerry y Joe modificaron el concepto, acercándolo a lo que hoy conocemos, y durante varios años trataron de vender la idea para ser publicada como una tira cómica. La mayoría de los editores lo rechazaron, por considerar la idea demasiado infantil, hasta que en 1938, National Publications –eventualmente DC Comics- compró la idea para ser adaptada a un nuevo cómic: de esta manera, el Superman que hoy conocemos –si bien en una versión primitiva- debutó en Action Comics #1, durante el mismo 1938.

De alguna manera, el Superman de los inicios -más un poderoso justiciero social que un defensor cósmico- tocó las fibras de una sociedad americana que aún sufría los efectos de la depresión económica. El personaje se vovlvió un éxito y, a la par de que comenzó a aparecer con gran éxito en otros medios –como la radio y el cine- surgió detrás de él una avalancha de héroes con superpoderes, identidades secretas, y los nombres y trajes más imaginativos en que uno pueda pensar. El género había nacido.


Los superhéroes fueron increíblemente populares durante sus primeros años. La llegada de la Segunda Guerra Mundial los puso sobre la cresta el Zeitgeist, pues el espíritu combativo, y el deseo de tomar cartas en el asunto por parte de gran parte de la población americana, hizo que fuera muy fácil identificarse con la personalidad de estos personajes.


Su popularidad se desplomo durante la siguiente década, pues la guerra fría y el temor de un holocausto nuclear volvieron menos atractiva la idea de tomar un rol proactivo en la confrontación. Básicamente sólo los superhéroes más populares lograron subsistir –Superman, Batman y Robin, la Mujer Maravilla- mientras que los cómics sobre terror y crimen se volvieron los más populares, pues fueron los que lograron captar mejor el sentimiento de sus lectores.


A finales de los cincuentas, Nationa Publications comenzó a reintroducir a los superhéroes con éxito. Timely Comics, una compañía especializada en copiar los modelos exitosos, decidió probar también con nuevos superhéroes. Por azares del destino, el editor y principal escritor de la editorial, Stan Lee, se encontraba harto de escribir cómics, pues llevaba década haciéndolo. La versión oficial cuenta que, por recomendación de su esposa –y sabiendo que no había nada que perder puesto que de todos modos quería salirse- decidió escribir la historia de superhéroes que le fue encomendada de manera más personal. Fue así como, con el lanzamiento de Fantastic Four #1 en 1961, Stan Lee introdujo el concepto del superhéroe con complejidad emocional.


A los Cuatro Fantásticos siguieron muchos otros conceptos nacidos de la imaginación de Stan Lee, Jack Kirby, y Steve Ditko, y con ellos el universo
Marvel: Hulk, Thor, El Hombre Araña, Los Vengadores, los Hombres X, y un largo etc. Stan Lee seguramente no estaba conciente de eso en aquel momento pero, al abrir las puertas a la psosibilidad de crear superhéroes con mayor profundidad Psicológica, seguramente garantizó la perpetuidad del género.

La primera generación de superhéroes desapareció casi por completo cuando sus ideales se volvieron obsoletos al terminar la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tras el inicio de la Era Marvel de los Cómics, su ejemplo fue seguido por otras compañías, que dotaron de mayor profundidad a sus personajes. Después de esto, la cultura americana ha pasado por el optimismo de Kennedy y el trauma nacional tras su asesinato; la revolución social y sexual de la segunda mitad de los sesentas; la debacle de Vietnam y el escándalo de Nixon; el reaganismo y el fenómeno yuppie, la caída del bloque comunista, el terrorismo islámico, entre muchas otras cosas. El punto es que, a diferencia de lo que pasó en sus primeros años, los superhéroes han sabido acoplarse al entorno cultural y al humor social de cada época.

Hoy día los superhéroes son más populares que nunca, gracias a que la tecnología hollywoodense a logrado alcanzar la explosión imaginativa que de las páginas de los cómics puede surgir. Algunos los consideran incluso ecos míticos y religiosos de nuestra era. Lo que es un hecho es que, mientras sigan siendo capaces de adaptarse a las necesidades Psicológicas de cada generación, tendrán un lugar garantizado en el imaginario colectivo.






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