
New York, New York (1977) es un proyecto que Scorsese ya tenía contemplado desde antes del increíble reconocimiento que obtuvo con Taxi Driver (1976). Su idea era crear un musical híbrido, que combinara las sensibilidades del Hollywood de antaño con las de los realizadores de su generación: ubicado en los cuarentas, los sets serían irreales y estilizados, emulando los de los musicales clásicos. La historia y las actuaciones, por el contrario, serían muy modernas y se utilizaría mucha improvisación en el set.


Con Scorsese a la cabeza, Robert DeNiro y Liza Minelli –ambos ya para entonces ganadores del Oscar- como protagonistas, y un concepto atractivo e intrigante (la versión de un musical de Hollywood de uno de los principales miembros del ‘Nuevo Hollywood’), la película se perfilaba para ser el siguiente gran triunfo en la carrera de Scorsese. Sin embargo, una combinación de ego, drogas e indisciplina terminaron convirtiendo la cinta en el primer fracaso de Scorsese.

El egoísmo de él, la falta de éxito profesional y la sensación de que el matrimonio estaba entorpeciendo el crecimiento profesional de ambos, los lleva a separarse. Por supuesto, una vez que cada uno está por su cuenta, encuentran el éxito que tanto habían anhelado. Un reencuentro años después los lleva a considerar la posibilidad de reunirse, pero a final de cuentas, ambos deciden faltar a la cita que habían acordado.


Desgraciadamente, estos elementos, si bien hacen la cinta rescatable, no la rescatan por completo. La película comenzó a filmarse sin un guión terminado, y Scorsese pensó que podría sacarla adelante con improvisaciones. Scorsese había aprovechado –y seguiría aprovechando- las improvisaciones de sus actores para enriquecer sus películas, pero en ésta son comunes las escenas que se sienten más como un ensayo que como una escena definitiva. Esto le da a la película un ritmo lento y desenfocado.

Las actuaciones también sufren como resultado de este estilo. DeNiro en particular, si bien es obvio que está completamente compenetrado en su personaje, y que está disfrutando la oportunidad de improvisar, se siente demasiado disperso. Además su interpretación del personaje es demasiado repelente y, como consecuencia, es difícil concebir que Francine hubiera podido enamorarse de él. La actuación de Minelli es más efectiva, logrando transmitir con la mirada lo que los diálogos no pueden.

Finalmente, la idea principal de Scorsese –que una pareja de creativos no puede funcionar-, a pesar de ser honesta de su parte, tampoco logra transmitirse de manera convincente: no hay una correlación clara entre el éxito profesional de los protagonistas y su separación, más allá del hecho de que el guión estipula que un evento sucede después del otro. Además, el hecho de que ambos sean artistas no parece ser un obstáculo en su relación tan grande como el hecho de que Jimmy es un sujeto completamente disfuncional.

La película no fue un desastre, pero sí marcó la primera caída en la hasta ese momento ascendente carrera de Scorsese. La etapa de la realización de esta película también coincidió con una etapa difícil y oscura en su vida personal. Afortunadamente, unos años después conseguiría exorcizar esos demonios como mejor sabe hacerlo: con una película… ¡Y qué película! De ella hablaré en dos semanas.

La versión de Minelli de New York es impresionante!
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